hacer componendas con el paganismo circundante; era el pobre el que se mantenía fiel a Dios. Así, riqueza y mundanalidad, pobreza y piedad, iban juntas. Por eso, ser pobres en espíritu es reconocer delante de Dios nuestra pobreza espiritual, nuestra bancarrota espiritual. Somos pecadores que estamos bajo la santa ira de Dios, y no merecemos otra cosa que el juicio de Dios. No tenemos nada que ofrecer, nada que abogar, nada con lo cual comprar el favor celestial. Tal como soy, en aflicción, expuesto
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